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27 de marzo de 2018



El domingo 6 de agosto de 1978, el despertador que el papa Pablo VI había comprado en 1923 (y que durante 55 años le había despertado a las seis cada mañana) sonó repentinamente y de un modo estridente. Pero no eran las seis, como siempre, sino las 9,40 de la noche. De forma inexplicable, el reloj empezó a sonar cuando el papa yacía moribundo. De hecho Pablo VI murió en aquel instante. Más tarde, el padre Romeo Panciroli, portavoz del Vaticano, comentaría: "Fue de lo más extraño. Al papa le gustaba mucho el reloj. Lo compró en Polonia y lo llevaba siempre consigo en sus viajes".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde luego suceden cosas que no comprendemos y que encajan sin embargo con una lógica que nos da miedo abarcar.
Impresionante anécdota, Raque.
Abrazo fuerte.

Ana Bohemia dijo...

Lo llevaba consigo en sus viajes y se enfrentaba a su viaje mas largo...

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