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30 de septiembre de 2016




Lápiz y portaminas:


Aunque no se sabe nada de su verdadero inventor, la primera mención que se hace de un lápiz de grafito se encuentra en un trabajo enciclopédico del médico, botánico y zoólogo suizo-alemán Honrad van Gesner (1516-1565) publicado en 1565.
En dicho trabajo, Gesner describe un instrumento para escribir, consistente en una barra de grafito colocada dentro de un armazón de madera.
El uso de lápices se extendió a lo largo de dos siglos y fue en la década de 1760 cuando la compañía alemana Faber fundó una fábrica en la ciudad de Nuremberg, Alemania, para la producción a gran escala de implementos.
El portaminas fue patentado en 1877. Estaba formado por una mina muy fina insertada en un cilindro y empujado por un émbolo que al girar va expulsando la punta de la mina.
Otros estudios dan como fecha de aparición del portaminas, el año 1915, en que el japonés Tokuji Hayakawa, , quien había fundado en 1912 una Sociedad, y que produjo los lapiceros de avance mecánico llamados Ever-Sharp Pencil. Este invento dio nombre a la firma, la Sharporation, que continuó desarrollándose en la producción de elementos electrónicos hasta nuestros días.



Bolígrafo:

Ladislao José Biro fue el inventor, entre muchas otras cosas, del bolígrafo. Parece ser que la idea surgió al ver a unos niños jugando en la calle, pues en un momento dado  vio cómo una de esas pelotas atravesaba un charco y al salir continuaba trazando una línea de agua sobre la superficie seca de la calle. Enseguida se puso a  trabajar en ello, siendo su principal problema el cómo desarrollar esferas de tamaño tan pequeño.
Biro presentó el descubrimiento del bolígrafo en 1931 en la Feria Internacional de Budapest y, finalmente, lo patentó en 1938. Fue el expresidente argentino Agustín Pedro Justo quien, al ver el prototipo de este invento, le facilitó la entrada al país. Allí fue junto a su hermano mayor y su socio Meyne escapando de la represión que, como judío, padecía en medio de la Europa nazi de la época.
En 1940 los tres húngaros nacionalizados argentinos crearon la compañía Biro-Meyne-Biro en un garaje, con poco dinero y 40 empleados. Con el tiempo fueron perfeccionando el invento, que salió al mercado con el nombre de "birome" (acrónimo de Biro y Meyre). Los primeros modelos eran muy caros comparados con la estilográfica más costosa de la época, la Parker 51.
En 1943, Biro-Meyre-Biro vendieron la licencia de su boli o "esferográfica" -como se llamaba también entonces- por dos millones de dólares a la empresa estadounidense Eversharp, que después fue adquirida por Parker Pen.
Ocho años después, también vendieron el birome a la francesa Marcel Bich, que se hizo archifamosa con el lanzamiento del bolígrafo de bajo coste Bic.


Sacapuntas o afilador:

Antiguamente los lápices fueron afilados por medio del cuchillo o navajas. Luego los sacapuntas hicieron esta tarea mucho más fácil y dio un resultado más uniforme y bueno para escribir, dibujar o cualquier utilidad del lápiz. Bernard Lassimone, matemático francés, solicitó la primera patente (patente francesa # 2444) para los sacapuntas de lápiz en 1828. En 1847, Therry des Estwaux inventó los sacapuntas de lápiz manuales.


Post It:

El Dr. Spence Silver, científico de 3M, encontró algo que no esperaba cuando trataba de mejorar los adhesivos de acrilato. Con lo que se topó Silver fue con un adhesivo que se formaba a sí mismo en pequeñas esferas y no se pegaba con mucha fuerza cuando se aplicaba a algunas superficies. Una vez inventado este adhesivo tan especial, la cuestión que se le planteaba a Silver era qué hacer con él.
Quien inventó el concepto de los Post-It fue Art Fry, investigador que había asistido a uno de los seminarios de Silver y estaba intrigado por el extraño adhesivo. La intensa curiosidad de Fry, su predilección por las soluciones prácticas y la frustración que sentía por el hecho de que el papel separador de páginas se cayera constantemente de su libro de himnos, le dio la idea de que aquel adhesivo poco potente podría tener su utilidad. Con él confeccionó las primeras de estas notas de quita y pon. Tras un año y medio de desarrollo obtuvo el diseño final del producto: las Notas Post-it®. Un 90% de las personas que lo probaron en las oficinas de 3M quedaron satisfechas, lo que dio el pistolezado de salida a su comercialización

El Dr. Spencer Silver se retitó en 1996 con más de 22 patentes americanas a su nombre
Los Post-it Notas tuvieron un enorme éxito en EEUU ya que era un producto que vino a revolucionar el mundo de la comunicación.

Grapadora:

En la corte francesa del siglo XVIII hubo un precedente de la grapadora. Se trataba de un modelo hecho a mano para el rey Luis XVII. Cada grapa llevaba inscrita la insignia de la corte real. Sin embargo, fue el uso creciente de papel en el siglo XIX lo que generó la demanda de inventar una grapadora eficaz.
Realmente, el primer aparato para mantener unidas hojas de papel no fue una grapadora, sino una perforadora patentada por el neoyorquino William H. Rodgers, en 1859. El artefacto agujereaba las hojas, que luego podían unirse con un cordón.
La grapadora fue patentada por otro estadounidense, George W. McGill, en 1866. Era una pequeña máquina de cobre y zinc capaz de atravesar papeles con una grapa metálica y mantenerlos sujetos. Los primeros modelos sólo admitían una grapa, así que había que recargarlos constantemente.
Rápidamente el aparato fue perfeccionándose y reduciendo su tamaño, y en 1879 McGill produjo el primer prototipo alimentado automáticamente con una tira de grapas, de modo que ya no era necesario recargarla tras cada uso.


Más

La artista Melynda Schwier-Gierard convirtió Post-it en un arte. Usando 30 pliegues diferentes, ella utilizó 60.000  Post-it para crear paneles tamaño gigante con una única textura.




El artista RB Kitaj, vendió por valor de 640£ una nota Post-it pintada con carboncillo y pintura pastel  durante una subasta para recaudar fondos para la Caridad en Diciembre de 2000, entrando en el Récord Mundial de los Guinness como el Post-it más caro del mundo.



El escultor taiwanés Chien Chu Lee hace maravillosas esculturas en… la punta de un lápiz. Desde el 2010 lleva tallando en el grafito, desde E.T. a la torre Eiffel pasando por los iconos de Instagram. Todo un ejercicio de pulso y creatividad. 



26 de septiembre de 2016

Los monstruos de Subway Doodle

El aburrimiento puede ser muy productivo, y si no echad un ojo al trabajo de este artista de Brooklin llamado Ben Rubin, aunque en estos mundos es más conocido como “Subway doodle”. Ben aprovecha los tediosos viajes en metro para dejar volar la imaginación; lo único que necesita para ello es su iPad y la colaboración de los viajeros. El resultado es “monstruoso”
















20 de septiembre de 2016
























Uno de los protagonistas de esta historia no imaginó aquella gélida mañana que la cartera vieja y desgastada que había encontrado en la calle  iba a descubrirle una historia conmovedora. No tanto la cartera como lo que halló en su interior: una carta datada 60 años atrás. En ella una mujer llamada Hannah le explicaba a un hombre llamado Michael que no iban a poder casarse ni podían seguir viéndose pues su madre se oponía a ello tajantemente, pero que aún así le querría para siempre y jamás le olvidaría.
Por suerte para el hombre que encontró la carta en ella aparecían algunos datos con los que intentó localizar a Hannah. Fue un proceso arduo pero gracias a la dirección del remite consiguió un número de teléfono. Al marcarlo averiguó que Hannah ya no vivía en esa dirección pues había sido trasladada a un hogar de ancianos muy cercano. Estaba tan intrigado que no pudo resistirse a acercarse al lugar para ver a Hannah, con la que  sólo le bastó un cruce de  miradas para saber que se trataba de una buena persona. Tras mostrarle la carta, Hannah, con lágrimas en los ojos, le dijo que aquella había sido la última que pudo escribirle a Michael, su primer y único amor.
Para sorpresa de ambos, una enfermera del asilo reconoció la cartera; estaba segura de que aquella ajada billetera pertenecía al señor Goldstein, que vivía en el piso 8. Así, inesperadamente, el destino les había reunido sin que uno y otro lo supieran.
A partir de entonces todo el empeño del hombre que había encontrado la carta fue reunirles, y para ello no dudó en presentarse frente a Michael y  contarle toda la historia.

Michael reconoció enseguida a Hannah a pesar de que hacía más de medio siglo que no se veían. Fue un reencuentro de esos que sólo se dan en las películas, cargado de emotividad. Unas semanas más tarde el hombre que había hecho posible aquello recibió una invitación muy especial de Hannah y Michael; una invitación de boda con los dos iban a sellar una historia de amor que resistió al paso del tiempo y a las adversidades. 


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