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28 de julio de 2016

No es oro todo lo que reluce en Hollywood

Todos sabemos que Hollywood tiene un lado oscuro y sórdido. Quizás porque es una industria mastodóntica y competitiva, que no respeta talentos, ni siente apegos por nadie. Quien se queda en el camino es olvidado y reemplazado. No importa si en el pasado esos actores o actrices les hicieron ganar mucho dinero,  o si a cambio entregaron su infancia e inocencia; si tropiezan, otro toma el relevo.
Hoy leía en una web un artículo sobre  el actor Heath Ledger que me ha hecho reflexionar sobre lo que llamamos los juguetes rotos.  Cuando Heath murió encontraron en su sangre un cóctel mortal de medicamentos, muchos de ellos para tratar la depresión y la ansiedad, otros para tratar el dolor crónico. Tenía 28 años. Demasiado joven para estar tan hecho polvo mental y físicamente.



Pero hay otros que han caído en ese infierno de adiciones a una edad incluso más temprana. Drew Barrymore se hizo adicta a las drogas a los 9 y con 13 tuvo que ingresar en una clínica de rehabilitación. Su propia madre la llevaba  a bailar y hacer  contactos a Studio 54 donde muchos adultos le ofrecían alcohol y estupefacientes. Drew consiguió salir de esa trampa y a los 14 años se separó legalmente de sus padres. Otra que también lo hizo, harta de la explotación y la ambición desmedida de su madre, fue Brooke Shields, que a los  11 meses ya era modelo y a los 12 años protagonizaba “La pequeña”, una película en la que encarnaba a una prostituta y en la que abundaban escenas de desnudos.



En los 80 Corey Haim y Corey Feldman se convirtieron en estrellas mediáticas. Los dos empezaron muy jóvenes y el ritmo de trabajo, las adicciones  y las malas compañías les pasaron factura en forma de traumas. Cuando Corey Haim murió en 2010 debido a una neumonía su compañero y amigo Corey Feldman dijo que lo que realmente había matado a Haim había sido la pedofilia. Los dos habían sido víctimas de abusos por parte de personalidades muy importantes del ambiente de Hollywood, productores y algún que otro actor, que les habían hecho creer que de esa forma promocionarían más rápido en sus carreras.  Lo cierto es que su fama se hundió en los 90 y rápidamente se convirtieron en juguetes rotos que arrastrarían toda la vida  adicciones y problemas psicológicos.



Las acusaciones de pederastia no son nuevas en Hollywood. Hace poco Elijah Wood denunció que hay muchos pedófilos protegidos por altos cargos pero poco después “tuvo” que desdecirse. Si echamos la vista atrás encontramos los casos de Fatty Arburckle, Roman Polanski, Woody Allen o Bryan Singer; actores y directores acusados de realizar presuntamente estas prácticas.
Cuanto más joven se empiece en Hollywood más probabilidad de perder la cabeza o caer en manos de gente sin escrúpulos. La fama no le trajo nada bueno a Macaulay Culkin, que pasó de ser un niño prodigio a un joven perdido y adicto a todo tipo de drogas; ni a  Haley Joel Osment el niño de El sexto sentido, cuya fama fue flor de un día; ni a Lindsay Lohan, actualmente más famosa por sus escándalos que por sus películas;  ni a Edward Furlong. Tampoco a Brad Renfro y River Phoenix que murieron por sobredosis; ni a Jake Lloyd que fue elegido a los 8 años para interpretar a Anakin Skywalker de la saga Star Wars, algo que le provocó una huella imborrable por las burlas a las que le sometían sus compañeros de colegio cuando regresó a su vida normal, tanto así, que hoy en día ha tenido que ser internado en un centro para tratar la esquizofrenia que padece. Ni a Linda Blair, la niña de “El exorcista” que también cayó en el mundo de las adiciones lo que le provocó problemas psicológicos. Afortunadamente consiguió encauzar su vida y dedicarse a los caballos, su pasión de toda la vida.




Se dice que Hollywood es cruel e implacable y lo lleva demostrando desde 1911 cuando se fundó el primer estudio en Los Ángeles. Detrás de los focos y la fama, del dinero y los privilegios, hay miles y miles de sueños rotos. 

4 de julio de 2016

Infierno Azul.



Hay tres cosas infinitas: el universo, la estupidez humana y el hambre de los tiburones. O  eso al menos es lo que Hollywood está empeñado en que creamos. Los tiburones son siempre los malos y tienen un ansía desmedido por nuestra sangre*
El tiburón de esta película es un pesado, un cansino, un matón, e insiste mucho; y claro, no le basta con una ballena que andaba muerta por allí, el quiere el menú completo: rubia, surfistas y estúpido borracho que sale de la nada para convertirse en rica carnaza. Este escualo tenía hambre atrasada.
A los de la meca del cine  les apasiona poner en aprietos a las rubias, ya sea sometiéndolas al acoso de  voraces tiburones, convirtiéndolas en víctimas de los “slasher” más perturbados, o haciendo que sean secuestradas por simios gigantes. Y esta rubia, Blake Lively, tiene muy mala suerte y los guionistas se ceban mucho con ella, todo sea dicho. Aún así a pesar de su mala pata posee una incansable determinación por sobrevivir. Ella es la protagonista absoluta y  sale airosa, su interpretación es creíble y consigue hacerte sentir empatía por su situación.



Todo comienza de una forma idílica. Un viaje, un retiro espiritual, una playa secreta, desierta e inaccesible, un día de surf y de pronto el lugar de aguas turquesas se convierte en el infierno.
Una de las enseñanzas de la película es que el problema de irse sola  a  un lugar sin nombre y misterioso es que dificulta mucho que alguien vaya a buscarte si te encuentras en apuros.
Pero el valor indiscutible de la película es su fotografía. La película se rodó en un lugar increíble, una playa de esas de ensueño con su arena blanca, su mar transparente y  azul intenso. Hay muchas tomas realistas, como cuando la protagonista está haciendo surf, pues las escenas están rodadas desde una perspectiva que te hace vivirlo en primera persona.  Los efectos especiales están bien y el tiburón es tan realista que algún que otro susto te da, sobre todo cuando emerge de las profundidades a traición.



‘Infierno Azul’ está dirigida por Jaume Collet-Serra y a aparte de Blake Lively participan en ella Óscar Jaenada y los surfistas Lozano Corzo y Trujillo Salas.
Aunque se la ha publicitado como la nueva Tiburón la verdad es que no, nada que ver. Sí mejora mucho en comparación con otros títulos sobre tiburones (tampoco hay que hacer mucho para superar a Sharknado), y es verdad que consigue mantener el interés de principio a fin (dura 87 minutos), pero el guión es flojo, pasan cosas porque sí, porque convienen a la historia, todo parece cogido con pinzas, incluida su resolución, y lo peor, es bastante previsible. Sin embargo es un entretenimiento refrescante para estos días de calor veraniego. Si no tienes nada que hacer en estas sobremesas ociosas de vacaciones ya sabes, una película de tiburones es lo mejor.




* Lo cierto es que los tiburones no suelen atacar a los humanos, si lo hacen  es porque  nos confunden con sus presas habituales, focas, o en un acto defensivo,  pero la verdad es que los tiburones no comen personas. De hecho si te muerde un tiburón lo más probable es que no vuelva a darte otro mordisco, no les gusta nuestro sabor.

Otra triste realidad es que son los tiburones los que se encuentran amenazados por el hombre, pues algunas especies de escualos están al borde de la extinción. Al año se matan 74 millones de tiburones. Su mala fama se debe a la potencia de sus dientes, 290 kg por cm2, una mordida capaz de cortar de cuajo una extremidad. 
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