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9 de noviembre de 2013


SALA
DE
LECTURA





 La naranja mecánica Anthony Burgess







Sinopsis:

La naranja mecánica cuenta la historia del nadsat-adolescente Alex y sus tres drugos-amigos en un mundo de crueldad y destrucción. Alex tiene los principales atributos humanos: amor a la agresión, amor al lenguaje, amor a la belleza. Pero es joven y no ha entendido aún la verdadera importancia de la libertad, la que disfruta de un modo violento. En cierto sentido vive en el edén, y sólo cuando cae (como en verdad le ocurre, desde una ventana) parece capaz de llegar a transformarse en un verdadero ser humano.



Ser más raro que un perro verde, este podría ser el equivalente español de la expresión que da título al libro. «As queer as a clockwork orange». Esta popular expresión cockney la escuchó el autor en un pub de Londres y la imagen que surgió en su cabeza le pareció muy poderosa, tanto que cuando escribió esta historia sobre la extrema violencia ese fue el único título que barajó, tenía claro que así enmarcaba la esencia del libro, y más concretamente de lo que le ocurre a su protagonista principal, Alex, quien se somete voluntariamente a una revolucionaria técnica llamada Ludovico que por decirlo así tiene como objetivo desprogramar ese interruptor fallido de su cabeza -y que le hace ser un psicópata , negándole su capacidad para decidir, convirtiéndole así en un autómata, desprovisto  de personalidad.

Aunque la actitud de los personajes ya es antinatural de por sí. Puesto que las personas normales podemos decidir entre hacer el bien o no hacerlo, pero Alex y sus “drugos” realmente no eligen porque no tienen activado el interruptor del bien en sus cerebros; sencillamente nacieron sin él. Disfrutan con el mal, es lo que les sale natural. 
Realmente los dos extremos por los que pasa Alex son aberrantes, porque en su estado “normal” no sólo está inclinado a la violencia, sino que no concibe su vida sin ella, y en el segundo estado, inducido mediante técnicas de modificación de conducta, sólo puede actuar bien aunque eso le deje en una situación de vulnerabilidad.

Burgess encontró la inspiración para su historia leyendo un artículo que le indignó y en el que se  hablaba de que se podía eliminar ese instinto perverso con una técnica de «aversión». Pero para Burgess eso significaba que al eliminarse esa tendencia criminal también se anulaba la capacidad de elección consciente del individuo. Ante la disyuntiva de ser un autómata, Burgess lo tenía claro:   “prefiero ser malvado por decisión propia a bueno por un lavado del cerebro”.

El tema de la extrema violencia no le era muy ajeno al propio autor, él mismo fue victima de ella cuando él y su mujer fueron robados y asaltados en 1942 por cuatro marines estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial; su mujer fue violada y como consecuencia de la paliza que sufrió tuvo un aborto.
Pero si algo de verdad le impulsó a escribir fue la inminencia de la muerte. En 1959 tuvo que escuchar un diagnóstico demoledor, se le encontró un tumor cerebral irreversible e inoperable,  los médicos sólo le vaticinaron unos pocos meses de vida.  Fue ese el revulsivo que le llevó a dejar su profesión de maestro para dedicarse por entero a la escritura. Así surgió La naranja mecánica y otros 50 libros más.

Burgess vivió hasta el 22 de noviembre de 1993 cuando un cáncer de pulmón apagó su vida. Finalmente el fatídico diagnóstico no se cumplió, quizás por la intensa actividad cerebral  del escritor, que nunca dejó de crear y crear.
De todas sus obras fue La naranja mecánica la que alcanzó la fama, gracias sobre todo a la versión cinematográfica que hizo de ella el director Stanley Kubrick.

Se le considera una obra maestra del siglo XX, y la verdad es que mi motivación para leerlo fue esa precisamente, que se le considerara un libro imprescindible. Lo que me encontré fue un libro de pocas páginas pero escrito de una forma que al principio dificulta la lectura, ya que los personajes hablan en una jerga extraña llamada “nadsat”, por lo que hay que parar de leer para mirar en el glosario el significado de palabras como joroschó (bueno),  cheloveco (sujeto), moloco (leche) o synthemesco (drogas) entre otras muchas. Al poco me cansé y realmente me dejé llevar por la lectura imaginando por el contexto el significado  de las palabras nadsat.

El libro se divide en tres partes de siete capítulos cada uno. Hay violencia, tema atemporal, pero no más que la que encontramos hoy en día en cualquier película de acción, y cuesta pillarle el punto al personaje principal pero cuando te acostumbras a la forma de hablar del  “humilde narrador”  la cosa fluye. Como curiosidad decir que el libro fue publicado de forma incompleta. Originariamente, Anthony Burgess escribió 21 capítulos pero solo 20 vieron la luz en la edición americana. En la versión que leí  ese último capítulo si está incluido y cierra el libro a modo de epílogo, y la verdad que es un poco pegote, algo flojillo, pero en este capitulo el autor quería mostrar la transformación moral, y voluntaria, de su personaje, algo imprescindible en la literatura de Burgess.

Burgess escribió y publicó mucho, pero según él mismo se lamentaba, tuvo que pasar a la historia de la literatura gracias a una obra considerada por él menor. La fama que alcanzó el libro por la película de Kubrick llegó a pesarle, pero al mismo tiempo fue Kubrick y su versión cinematográfica la que proyectó su imagen más allá de lo que lo hubiera conseguido con sus propias obras.
A mi, tengo que reconocerlo, me resultó un libro curioso, quizás una obra maestra sería mucho decir, pero sin duda, como diría Alex, un libro muy joroschó.

Recomendable. 

Ilustración: Yoko Tanji

1 comentario:

Ana Bohemia dijo...

Joroscho mas hacía el final, porque el nadsat no veas como cuesta al principio, pero en cuanto te acostumbras lo disfrutas mejor.
Un punto interesante: antes también estaba enfermo, estaba programado para el mal... y luego para el bien, pero claro, lo normal es esa dualidad, de lo contrario si que te conviertes en una maquina.
Este es un libro diferente y que no ha perdido nada con los años. Me gustó.
Besos
:)

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