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12 de abril de 2013

El 16 de octubre de 1814 nada hacía presagiar en el tranquilo barrio de Saint Giles, Londres, lo que estaba a punto de pasar.
La Meux’s Brewery Co Ltd, fundada en 1764, era una cervecera londinense propiedad de Sir Henry Meux. La compañía se había ido formando a partir de la compra de otras cerveceras más pequeñas, una de ellas era la Horse Shoe Brewery. La Horse Shoe era famosa por su cerveza negra y estaba situada en la unión entre las calles Tottenham Court y Oxford.
El edificio de la fábrica estaba rodeado de edificios de apartamentos y casas. La parte superior de la cervecera estaba ocupada por varias cubas gigantes. La más grande era de cerveza tipo “porter”, de 6.6 metros de altura y capaz de contener hasta 511.920 litros de cerveza, uno de los más grandes de Londres, 29 aros de hierro mantenían sus piezas unidas.
Aquel día la cervecera celebraba la construcción de un gigantesco tanque: 7 metros de alto y 20 metros de diámetro. De hecho, la fiesta se celebró dentro del propio tanque y acogió a 200 invitados, superando así los 100 invitados que había conseguido meter en el tanque una cervecería rival.
Hacia la seis de la tarde los trabajadores empezaron a llenar el tanque hasta su límite, sin percatarse de que uno de los aros estaba defectuoso. La enorme presión que produjeron los más de medio millón de litros almacenados provocó que el tanque reventara, causando además una reacción en cadena en las demás cubas que rodeaban la cuba de porter, sumando un total de 1,5 millones de litros, que anegaron las calles de Tottenham. El ruido, similar a una explosión, se oyó a más de 8 kilómetros de distancia.
Varios edificios fueron derribaron mientras la gente se ahogaba en los sótanos inundados de cerveza. El barrio de Saint Giles era un barrio pobre en el que mucha gente vivía en condiciones de hacinamiento, familias enteras vivían en una sola habitación, sótanos o desvanes. Muchos de estos habitantes quedaron atrapados por sorpresa por las olas de cerveza. Los equipos de rescate tardaron en llegar a la zona siniestrada, pues masas de ingleses borrachos anegaban las calles. Cuando por fin lo consiguieron, los heridos que llegaron al hospital olían tanto a cerveza que los otros internos creyeron que estaban regalando cerveza a los recién llegados y no a ellos, iniciando un motín hospitalario que aumentó aún más el número de heridos.
Nueve fueron las víctimas mortales de la riada de cebada en las calles de Londres. La mayoría murió ahogada o por las heridas causadas al ser arrastrados, o al desplomarse sobre ellos muros que cedieron; una última víctima murió días después por intoxicación alcohólica.
El estruendo producido atrajo a bastantes curiosos al lugar, encontrándose al llegar una ingente cantidad de cerveza cubriendo toda la zona; hubo quien aprovechó la coyuntura para llevarse a casa algunos recipientes gratis.
Algunos familiares de los ahogados exhibieron sus cadáveres en sus casas y cobraron por verlos. Fue tal la concentración de curiosos que en una de las casas el suelo cedió y cayeron al sótano, que aún estaba anegado de cerveza. Esto no frenó a estos exhibicionistas sin escrúpulos que se llevaron el negocio a otra casa cercana, donde atrajo aún a más “clientes”, pero también a la policía que finalmente clausuró la exposición. Los funerales fueron pagados por la población de Saint Giles.
El hedor de cerveza era tan penetrante en el barrio que duró meses, las rudimentarias bombas de la época no habían podido recogerla toda. La inundación fue una catástrofe para muchas personas de Saint Giles, la mayoría de víctimas eran gentes pobres que lo habían perdido todo en la riada.
Aunque los dueños de la cervecería fueron juzgados, el juez dictaminó que el desastre fue un “acto de Dios”, liberando a los responsables y eximiéndoles del pago de los impuestos por la cerveza vertida.
Fuentes: Cabovolo, Mierdenblog

2 comentarios:

Ligia dijo...

Toda una cadena de curiosas circunstancias. Abrazos

Raquel dijo...

Y trágicas. No creo que los pobres que murieron ese día se esperaran morir de semejante manera, ahogados en litros y litros de cerveza. Las cosas que tiene el destino a veces.
Un abrazo Ligia.

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