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28 de agosto de 2011

MOVE, LEARN, EAT

Se acaba agosto y las vacaciones van quedando poco a poco atrás. ¿Qué recuerdo os lleváis de este verano? ¿Habéis viajado? ¿Cuántas fotos descargasteis de la cámara? ¿En que lugar idílico del mundo os marchasteis? Seguro que tenéis mucho que contar, casi tanto como los protagonistas de estos tres videos. A mi me han dado cierta envida sana, y al mismo tiempo su experiencia me ha hecho sonreír. Qué bonita es la vida cuando se conoce mundo…
3 amigos, 11 países, 44 días. Una experiencia irrepetible.



 

 

25 de agosto de 2011

Extra Cine XI


Capitán América: El primer vengador

El Dr. Abraham Erskine es un científico que trabaja en el Proyecto Renacimiento: por medio de un suero experimental, podrá crear súper soldados que lucharán contra los nazis. Steve Rogers se ofrecerá como voluntario para probarlo, convirtiéndose entonces en el Capitán América, y se unirá a Bucky Barnes y Peggy Carter para combatir a la organización Hydra, dirigida por el villano Cráneo Rojo.

En lo referente a súper héroes de acción si me sacan de “Superman” estoy perdida. A Capitán América no lo conocía, ni siquiera lo había oído nombrar, pero el tráiler  me llamó la atención, y aunque mi temor era que la película fuera excesivamente patriótica, la sorpresa fue grata cuando vi que el patriotismo que rodea al personaje no rechina tanto como me esperaba. Hay muchas barras y estrellas pero eso es inevitable tratándose del Capitán América.
En general fue una sorpresa en muchos sentidos. No es que se salga de lo común, es cine de palomitas; es decir, cine comercial 100%, con sus cosas buenas y las no tan buenas, pero para empezar la historia es muy entretenida y, ¡sorpresa!, hay hasta diálogos. El protagonista, torpe y poquilla cosa al principio, se hace querer. Es un héroe de buen corazón, que no pierde el tiempo alardeando. La segunda sorpresa fue que la chica protagonista no se limita a ser una figura estática y estética sino que es de armas tomar; con personalidad para parar un tanque. La tercera sorpresa fue que el malo no es tan patético como nos lo suelen vender en este tipo de productos. Con los rasgos de Hugo Weaving, el famoso agente Smith de Matrix, y un maquillaje escalofriante, este villano pone los pelos de punta. La cuarta sorpresa es que las escenas de acción están bien dosificadas, ni muchas ni pocas. En la parte negativa, la parte digital. A estas alturas, da igual que no seamos de ese mundillo, tenemos el ojo más que acostumbrado a los retoques digitales y a los efectos especiales, y aunque no voy a decir que estén mal sí que se notan un poco, sobre todo los que empequeñecían al protagonista en las primeras escenas. También en la parte negativa pongo esta moda de hacer películas pensando más en las segundas y terceras partes; se nota mucho que es una película/prólogo, una introducción para mostrar al personaje. Por eso  te deja una sensación de ¿Y eso es todo? ¿Ya no hay más? No hay muchas sorpresas, no tiene un guión sorprendente.
Otra pega, y mira que soy defensora del doblaje, pero es que lo de esta película tiene delito; vaya chapuza con los acentos alemanes, ni jota, vamos, no se entendía ni jota y tampoco es eso. Para hacer semejante destrozo es mejor subtitular esas partes y nos ahorramos tener que pasar vergüenza ajena.
Lo que gustó mucho, que no se me olvide, fue  la ambientación que se hace de los años 40; muy lograda.
En definitiva, una película perfecta para el verano; ligera, entretenida y para toda la familia. 5.6



Los pitufos 3D

El malvado brujo Gargamel persigue a los pitufos fuera de su poblado y a través de un portal mágico llegan a nuestro mundo, en concreto al Central Park de Nueva York. Los pequeños seres azules deberán encontrar el camino a casa antes de que el malvado Gargamel los encuentre.

Una pitufoentretenida y muy pitufoinfantil película, con su humor blanco tirando a azul. Una mezcla entre animación digital y  actores reales que dan como resultado 86 minutos de diversión y optimismo  para los más pequeños. Con un buen ritmo narrativo y un guión sencillito Los Pitufos 3D consigue que no te aburras en absoluto. Para ir con tus hijos, sobrinos, o nietos. Y con esto sólo puedo decir… ¡¡Qué tengáis un día pitufante!! 5



La victima perfecta

“La víctima perfecta” nos cuenta la historia de Juliet, una joven doctora que se instala en un cómodo apartamento de la gran ciudad. Max, un tipo apuesto, aunque algo tímido, parece ser el casero perfecto y ayuda a Juliet a trasladar todas sus cosas a la nueva casa. Pero Juliet descubrirá que ese apartamento esconde algo más, y que las apariencias engañan…

 ¿Por qué será que a veces es mucho más fácil hablar de una película que no te ha gustado que de una que te ha dejado satisfecha? Supongo que será porque lo malo resalta más que lo bueno;  el caso es que La victima perfecta no me ha gustado nada. Una trama muy trillada, una puesta en escena pobre que está muy lejos de asustar, ni tan siquiera de inquietar un poco, y unos actores perdidos. No hay nada novedoso ni interesante en la trama de esta película, que sigue paso a paso las pautas del thriller clásico sin imprimirle nada de emoción; tan mecánica es la manera de presentar la trama que yo personalmente estaba deseando que acabara hacia la mitad, cuando ya se hizo visible que ni un giro de guión podría levantar la película. Previsible, aburrida, torpe; desaprovecha alegremente sus posibilidades. Decepcionante propuesta a pesar de respaldarla una productora mítica como lo fue la Hammer. Una pena. 2


El origen del planeta de los Simios

Will es un doctor que está tratando de buscar una cura al Alzheimer, una enfermedad que afecta a su padre.
Él trabaja con monos tratando de encontrar un virus benigno que haga recuperar la actividad cerebral.
Después de que cierren su investigación, Will decide llevarse a su hogar a un chimpancé con el que ha estado experimentando. Se trata de un simio muy inteligente que cada vez evoluciona más y más…

Recuerdo con especial horror aquellos sábados por la tarde de mi infancia, cuando por la tele ponían viejas películas de ciencia ficción de los años setenta. A mi padre le encantaba El planeta de los simios, pero a mi aquellos “monos” me espeluznaban, con sus pelucones setenteros, su maquillaje chillón y sus largas túnicas tan de moda en aquella época. Siendo sincera nunca he visto esa película, a excepción de algunos fragmentos y de su conocidísimo final. La pregunta es, ¿y por qué puñetas decidí yo ver esta película entonces? Pues no lo sé, es un misterio, aunque lo mejor de todo es que ha resultado ser una de las películas más entretenidas que he visto en lo que va de verano.  Me  mantuvo pegada al asiento de principio a fin y me sentí satisfecha cuando acabó. Puede que el mérito no sea exclusivo de esta película; ha sido un verano muy pobre en cuanto a estrenos, y además de baja calidad, así que cualquier producto más o menos potable destaca más.  Pero yo creo que sí. Tiene elementos destacables para brillar con luz propia. Sin duda alguna el personaje principal, el simio César, es uno de los responsables de que la película resulte amena e interesante a partes iguales.  Los gestos, la intensidad, las emociones las pone Andy Serkis, el mismo que prestó su cara y cuerpo a Gollum. La verdad es que está rodada de una manera muy sólida, sin titubeos. Tiene un guión lo suficientemente creíble, dentro de lo que cabe, y plantea las preguntas adecuadas. Puede que en un futuro no muy lejano los humanos paguemos cara nuestra soberbia y vanidad. En la parte digital cumple sin más; no es perfecta porque a veces se nota demasiado que los simios están hechos por ordenador, pero su realismo es casi perfecto.
Si la ves no te arrepentirás. 7


22 de agosto de 2011



La blanca fue una moneda de curso legal desde el siglo XIV al XVII.
La primera acuñación de esta moneda se hizo en tiempos de Pedro I (1334-1369). Recibió ese nombre por su color blancuzco, ya que era de plata. Posteriormente se hicieron acuñaciones de vellón, (aleación de plata y cobre), cada vez más pobre, (conteniendo más cobre que plata), llegando al final a tener un valor insignificante. En tiempos de los Reyes Católicos, 68 blancas componían un real.
Resulta bastante curioso que más de 400 años después de haber dejado de circular, siga usándose la expresión "Estar sin blanca" para decir que no se lleva dinero encima o que se carece de liquidez.

20 de agosto de 2011

Erté

Romain de Tirtoff, en ruso Roman Petrovich Tyrtov, más conocido por el seudónimo  Erté (por la pronunciación en francés de sus iniciales, R.T.) (San Petersburgo, 23 de noviembre de 1892 - París, 21 de abril de 1990) fue un pintor, ilustrador, diseñador, escenógrafo y modisto ruso nacionalizado francés.
Estudió con Ilya Repin y en la Académie Julian de París. En 1913 empezó como modisto para la famosa firma de sastrería Poiret. Dos años más tarde comenzó una fructuosa relación con la revista estadounidense Harper's Bazaar, para la que efectuó numerosas ilustraciones. También trabajó para el Folies-Bergère y los estudios Metro-Goldwyn-Mayer. De estilo art déco, con ciertas reminiscencias del modernismo, su obra se caracterizó por un gusto estilizado y elegante, decorativo y ornamental. Realizó diseños de moda, joyería, artes gráficas, decoración interior y vestuario y escenografía para cine, teatro y ópera.



















18 de agosto de 2011

Andrew Bird

Andrew Bird es un cantautor de indie rock y neoswing nacido el 11 de julio de 1973 en Illinois, Estados Unidos. Alcanzó algún reconocimiento a mediados de los noventa como violinista auxiliar de los Squirrel Nut Zippers, una agrupación de jazz que reinterpretaba el sonido clásico del swing de la década del 30. En 1996 lanzó su álbum debut titulado Music of hair que mezclaba estilos como el blues, el jazz y el folk. Después lideró la agrupación llamada Andrew Bird's Bowls of Fire con los que lanzó los trabajos Thrills (1998) y Swimming hour (2001). En 1999 bajo su nombre grabó Oh! the Grandeur. En 2003 lanzó The Weather Systems, un disco menos experimental que los anteriores, con un sonido enfocado hacia el rock independiente o indie rock, el pop y el folk. La grabación fue bien recibida por la crítica especializada, así como su sucesor The Mysterious Production Of Eggs. Para este disco, el cantautor aprendió a tocar la guitarra. Además de tocar la guitarra y el violín, Andrew Bird ha proclamado ser un "silbador profesional". Desde el  2007, Andrew Bird  ha sacado cuatro discos, el último Fingerlings 4, en el 2010.



MusicPlaylist

16 de agosto de 2011


¿Desde cuando existen las máquinas expendedoras?


 Los antecedentes se remontan a la década de 1880, cuando comenzaron a instalarse en Gran Betraña y EEUU con la Revolución industrial.
En Londres, (Inglaterra), al principio de la década de 1880, se instalaron las primeras máquinas modernas que vendían tarjetas postales. En Estados Unidos, en 1888, la compañía Thomas Adams Gum Company instala máquinas dispensadoras de chicle o goma de mascar en los andenes del metro de Nueva York.
En 1897, se añaden unas figurillas animadas a las máquinas para llamar la atención y favorecer la compra. Este es el precedente de las máquinas tragaperras que existen en la actualidad.
En 1902 abre en Philadelphia un restaurante con funcionamiento exclusivamente a través de máquinas expendedoras; se mantuvo abierto hasta 1962.
En 1907, se introdujeron los chicles en forma de bolas de colores recubiertos de una capa de caramelo. Poco después las máquinas expendedoras ofrecían todo tipo de artículos.
En 1920, aparecen las primeras máquinas automáticas que venden bebidas gaseosas servidas en vasos desechables.
En 1926, se inventa la primera máquina de venta de cigarrillos. La venta de bebidas gaseosas embotelladas, enfriadas con hielo, comienza en 1930; poco después los refrigeradores sustituyen al hielo.
En 1946, las máquinas dispensadoras de café caliente marcan un hito en la historia del «vending» porque las máquinas expendedoras de café se extienden por todo el mundo. En la década siguiente hace su aparición la primera máquina refrigerada de venta de sándwiches.
En 1960 las máquinas se modernizan y ya es posible pagar tanto en monedas como en billetes. Con el desarrollo de los componentes electrónicos, en 1985 las máquinas aceptan como medio de pago tarjetas de crédito y débito.
Sin embargo, la idea de vender productos mediante máquinas automáticas es muchísimo más antigua. Tanto como del siglo I d. C. Ya en ese entonces, Herón el Viejo, un ingeniero y matemático griego de Alejandría concibió para los templos de su Egipto natal un mecanismo expendedor que daba agua bendita a cambio de una moneda. El dispositivo se basaba en el peso de esta última, el volumen del líquido, palancas, válvulas y compuertas.
En Japón estas máquinas expendedoras (también llamadas vending machine, o jidō-hanbaiki en japonés) están por todos lados. Se dice que hay una máquina por cada 23 habitantes (según la Japan Vending Machine Manufacturers Association), de forma que es el país con más vending machine por persona del mundo. Éstas máquinas ofrecen de todo: refrescos, sopa caliente, papel higiénico, medias, pilas, bisutería… e incluso muñecas  eróticas.



Más
En algunas zonas rurales de EEUU hay máquinas expendedoras que venden cebo vivo.
Cada hora más de 14 millones de monedas se insertan en las máquinas expendedoras ubicadas solo en los  EEUU.
Cada hora más de 60.000 monedas se insertan en las máquinas expendedoras de Australia.
Los estadounidenses compran más de 5 mil millones de refrescos y 8 millones de bocadillos al año en máquinas expendedoras.
Para 2012 se estima que el total anual del volumen de ventas de las máquinas expendedoras será superior a los 60 mil millones de dólares.
En EEUU hay más de 8 mil empresas cuya actividad está relacionada con las máquinas expendedoras.
Objetos tan extraños y variados como zapatillas de deporte, paraguas, corbatas, iPods, papel higiénico, pilas, ropa interior, cangrejos vivos, escarabajos, pizza, libros, huevos e incluso lingotes de oro pueden comprarse a través de máquinas expendedoras.


14 de agosto de 2011


Situado a unos 70 kilómetros de la ciudad de Roma nos encontramos con una localidad famosa por albergar uno de los lugares más impresionantes de esculturas en el mundo.



Estamos hablando del pueblo de Bomarzo y más específicamente del Parco dei Mostri o Parque de los Monstruos, creado en el año 1550 por orden del noble jorobado Pier Francesco Orsini para desahogar su corazón en los momentos de tristeza por la pérdida de su esposa.


El creador de todo este espacio fue Pirro Ligorio, quien también se dedicó a trabajar en la Iglesia de San Pedro  después de la muerte de Miguel Ángel, formando entre ambos un parque sorprendente.


La idea principal que impulsó las imágenes que podemos observar en la zona pertenecen a la mitología y lo pagano y si bien no se sabe las ideas del conde cuando lo creó dejó algunas pistas como la que dice en la parte de la entrada “Tú que entras aquí, concentra tu mente y dime luego si tantas maravillas han sido hechas con engaño o con arte”.


Bomarzo, según indican los cuidadores del parque, es un juego de palabras que se basa en la latina Polymartium -una de las teorías es que el nombre hace referencia a la ciudad del dios de la guerra Marte-.


En el jardín no escasean las representaciones de los dioses romanos, todos con poses y accionares realmente escalofriantes, como la del héroe Hércules desgarrando con sus propias manos a Caco; o un elefante de guerra de Anibal, aplastando a un legionario romano hasta la muerte.



A diferencia de la simetría de los jardines de la época, Bomarzo parece no tener una planeación central, y sus esculturas aparentan estar desconectadas unas de otras.





De las esculturas la más imponente es Orcus, el ogro, para la cual Ligorio jugó con la geometría y las sombras sobre la misma. De esta manera, la escultura parece “cambiar” su expresión facial poniéndose más feliz a medida que se acerca la noche.



Sobre la entrada del parque, dos efigies dedicadas a César Augusto nos comentan una pista de la temática del parque, las siete maravillas herméticas que representan los 7 metales transmutables y las 7 plantas milagrosas.



Este bosque poblado de monstruos mitológicos tallados en roca estuvo abandonado y durante muchos años. A mediados del siglo XX, Giovanni Bettini realizó un programa de restauración para revalorizar este lugar histórico.



Hoy en día, el Parque de los Monstruos es una propiedad privada de gran potencial turístico que se encuentra abierta al público todos los días del año. Tan solo debes cruzar la boca del monstruo para entrar en él…

12 de agosto de 2011

Una historia de amor...

El amor es lo mejor de la vida. El amor lo puede todo... el amor te alimenta.  Cuando hay amor el dolor no existe. Por amor no hay nada que no se haría. El amor es valiente. El amor está en todas partes...
...Incluso, por qué no,  en una botella de leche.




10 de agosto de 2011

SALA
DE
LECTURA




*♥ 84, Charing Cross Road- Helene Hanff






En octubre de 1949, Helene Hanff, una joven escritora desconocida, envía una carta desde Nueva York a Marks & Co., la librería situada en el 84 de Charing Cross Road, en Londres. Apasionada, maniática, extravagante y muchas veces sin un duro, la señorita Hanff le reclama al librero Frank Doel volúmenes poco menos que inencontrables que apaciguarán su insaciable sed de descubrimientos. Veinte años más tarde, continúan escribiéndose, y la familiaridad se ha convertido en una intimidad casi amorosa. Esta correspondencia excéntrica y llena de encanto es una pequeña joya que evoca, con infinita delicadeza, el lugar que ocupan en nuestra vida los libros... y las librerías. 84, Charing Cross Road pasó casi inadvertido en el momento de su publicación, pero desde la década de los setenta se ha convertido en un verdadero libro de culto a ambos lados del Atlántico.


No hace mucho tiempo os hablaba de “La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey”, un libro precioso que se inserta dentro del género epistolar. Nunca, a excepción de “Drácula”, había leído nada parecido y tengo que admitir que me gustó mucho esta manera de narrar. Así fue como gracias a “La sociedad literaria…” me encontré con este libro. Un libro (si se le puede llamar así, ya que es un conjunto de cartas, la correspondencia real de la escritora con el  librero Frank Doel) que engancha tanto que es imposible parar de leer. De hecho me lo terminé en poco menos de dos horas. Es un libro cortito, pero realmente vale la pena leerlo, sobre todo si, como la escritora, sientes pasión por los libros, a poder ser de segunda mano y con anotaciones en los bordes.
Aunque pudiera parecer decepcionante, ya que no puede decirse que tenga una estructura de novela, ni un sólido argumento, simplemente es  la correspondencia de dos desconocidos a través de dos décadas, lo verdaderamente conmovedor del libro es presenciar como estas personas opuestas, una vive en New York, la otra en Londres, una es solitaria y no tiene familia, la otra mantiene a una mujer y dos hijas en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial con escasez de alimentos y severas restricciones, se encuentran y conectan de una forma especial. Ese vinculo que les une es el amor a los libros, pero hay muchas más cosas en este libro; hay amistad, sueños y esperanzas.  
Para mí, muy recomendable, sobre todo por ese final que rebosa emoción.


Helene Hanff pudo disfrutar del éxito que siempre se le había mostrado esquivo. El libro se convirtió muy rápidamente en un fenómeno allá por 1969, año de su publicación. Luego llegaron las adaptaciones para televisión, cine y  teatro. En la víspera del estreno en  Broadway confiesa a las preguntas del entrevistador del New York Times: «Me siento bastante ajena a este estreno; es, en cierto modo, como si lo que ocurre no tuviera nada que ver conmigo. Como no he participado en la adaptación, me cuesta creerlo.» Y añade sonriendo, pero sin ocultar cierta tristeza: «Y usted..., ¿se lo creería? He pasado veinte años escribiendo piezas teatrales que nadie ha querido producir nunca, y he aquí que, en el momento en el que estoy a punto de retirarme, alguien crea de pronto un espectáculo a partir de una correspondencia que inicié hace ahora treinta años.»


Viñeta: Autoliniers

7 de agosto de 2011

El Durango


El Durango era el único bar del pequeño y perdido pueblo de pescadores de San Fernando. Su dueño, un individuo altísimo y de carácter taciturno, lo había heredado de su padre hacía cuarenta años, y desde entonces se conservaba tal cual, incluidas las largas y negras telarañas que colgaban de sus abombadas paredes.
El bar era un lugar sombrío. La luz eléctrica era un milagro que rara vez se daba en El Durango. Por las dos sucias ventanas entraba la luz del sol, tenue y polvorienta, que apenas conseguía iluminar el local, siempre lleno de alargadas y profundas sombras. Rara vez se encendían los fluorescentes llenos de cagadas de mosca. Todo tenía un aspecto adormecido, inmutable. Lo único que cambiaba en El Durango era la hoja del almanaque al terminar el mes.

El Durango no era el lugar más limpio del mundo pero se bebía y comía como en ningún otro sitio; mérito exclusivo de Paco “El largo”. Nadie preparaba con más esmero que él las tapas de pulpo, de boquerones y calamares. Además, y a pesar de ser tremendamente callado, Paco tenía muy buena mano izquierda; requisito imprescindible para un oficio como aquel.
Yo lo conocí de casualidad. Acompañaba al viejo Bartolomé hasta su casa. Habíamos recorrido unos cuantos kilómetros cuesta abajo y estábamos sedientos. El oxidado cartel de El Durango tuvo en nosotros el mismo efecto que un neón luminoso. Bartolomé rara vez frecuentaba el bar, no le gustaba beber y prefería pasar sus tiempos muertos en el cementerio. Pero aquel día el calor había pegado fuerte durante toda la jornada y la larga caminata nos había hecho perder mucho líquido. Entramos encandilados al sombrío interior. Los presentes se lanzaron con alegría a saludar al viejo mientras yo tanteaba a ciegas un lugar para sentarme en la barra. Sombras incandescentes bailaban en mis retinas. Cuando mis ojos se adaptaron a la oscuridad  pude contemplar aquel lugar pintoresco y a sus pintorescos parroquianos. Saludé circunspecto, intimidado por la algarabía, y enseguida noté miradas desconfiadas a mí alrededor.

La barra, barnizada con tinta muy oscura, estaba pulida y resplandecía. Muchos codos habían descansado allí a lo largo de los años. Bartolomé pidió por los dos y en honor del viejo, Paco, “El largo”, nos sirvió una nueva ronda de un vino que él mismo elaboraba. Poco a poco fui cogiendo confianza gracias al calorcillo de aquel vino dulce. El viejo Bartolomé también se soltó bajo el influjo pernicioso de aquella bebida abrasadora.
Apuramos los vasos uno tras otro hasta que acabamos cantando, más alegres de la cuenta. Nunca había cogido una cogorza como aquella y tan rápidamente. Se me soltó la lengua y terminé hablando de mis viajes a través del país, quizás alardeando más de la cuenta de mi holgada situación. Hacía rato que uno me miraba fijamente. Una mirada poco amistosa llena de resentimiento. Debía estar preguntándose quién diablos era yo que podía permitirse el lujo de estar seis meses sin trabajar y encima derrochar sus ahorros en viajecitos. Supe más tarde que ese chico llevaba más de dos años en paro, había agotado todas las ayudas del gobierno y subsistía gracias a los padres y suegros y al dinerillo que conseguía haciendo pequeñas chapuzas.  Al igual que todos, había apurado más vasos de los recomendables y se sentía agitado. Envalentonado por los vasos de más se me encaró. Le ignoré y aquello avivó más su enfado. Acabó sujetándome del cuello de la camisa. Me habló a escasos  centímetros de la cara asfixiándome con la pestilencia etílica que salía de su boca. Le empujé a un lado y se apoyó en la lustrosa barra tratando de aguantar el equilibrio. A esas alturas todos los que llenaban el bar habían enmudecido y observaban la escena con curiosidad y sorpresa. Paco el largo hizo acto de presencia tratando de apaciguar los ánimos encendidos.

“Una ronda calamares para todos” proclamó haciendo que  los presentes vitorearan. Pero aquello no tuvo efecto en mi oponente.
–Todos los tontos tienen suerte –espetó, hundiendo su manaza en mi hombro–. Hay que joderse, media vida parando en este bar y nunca se me ha invitado a nada, ni dejando buenas propinas cuando podía se me ha perdonado la tapa pulpos o el vaso vino. Y cliente más leal que yo no hay. Ya lo sabes, Paco, que no perdono ni un día. Aquí, clavado a las cinco, todos los días. Y llega el señoritingo este y todos los privilegios pa él.
–No digas tonterías, Joaquín. Yo siempre he estado para todos, aún perdiendo dinero.
–Eso es cierto, Joaquín, bien lo sabes tú. Anda, sal a tomar el fresco un rato, no has debido beber tanto –exclamó uno.
Bartolomé me miraba serio.
–Si la causa del malestar es mi amigo nos vamos y santas pascuas –intervino el viejo.
–De eso nada –dijo Paco–, en esta casa a los forasteros siempre se les ha recibido bien y no va cambiar la cosa ahora. Quédense y disfruten de los calamares. Y tú, no me pongas esa cara y únete a la fiesta, quizás no vuelva a repetirse.
Joaquín me miraba fijamente y yo a él, no sabía qué decirle pero le tendí la mano dispuesto a olvidar el asunto. Él miró la mano con extrañeza. Todos nos miraban gritándonos enaltecidos que nos estrecháramos la mano de una santa vez y dejáramos de tocar las narices. Joaquín cedió pero cuando iba a apretarme la mano resbaló desde la barra, tan lisa como una pista de patinaje. Los parroquianos celebraron la costalada con risotadas y así fue como todo volvió a su cauce.
Ayudé a levantarse a Joaquín y seguimos disfrutando de la velada, entre risas y anécdotas varias.
El Durango se convirtió en un refugio aquellos días especiales que pasé en San Fernando. Incluso acabé ganándome la amistad de Joaquín.

Siete días más tarde, el último día de mi estancia en el pueblo, Paco el largo me invitó a una última ronda y junto a todos los habituales de El Durango brindamos por los días soleados, por los caminos empinados y por los amigos que llegan por sorpresa.
A veces, cuando siento nostalgia de aquellos días miro las fotos de mi viaje. El Durango, sombrío y viejo, con sus paredes blancas, molidas por el sol y el salitre,  azotadas por un viento incesante, varado en el tiempo, se aparece entonces, y no puedo evitar sonreír tristemente.  Al contemplar las fotografías de aquellos amigos, de mi mismo, siento que todo sucedió en otra vida.

Ilustración: Fernando Azcoytia
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